Nota publicada por el diario El Litoral,
En el suplemento “Revista”,
24 de Julio de 1987, Santa Fe.

Suma de adeptos en Santa Fe
La disciplina que vino de Oriente
Nació en 1930 en una casa de barrio Roma y fue inscripto en el Registro Civil con el nombre de Mario Puertas. Sin embargo, él le otorga mayor importancia a su segundo alumbramiento, producido en 1977, cuando recibiera de su maestro, Paramahansa Satyananda, su nombre espiritual, tan lleno de vibraciones, tan inseparablemente unido a una vida nueva. Pávana Yogui es el nombre sánscrito que le impusiera el maestro en Medellín (Colombia) luego de introducirlo en el aprendizaje de las más elevadas técnicas de Hatha Yoga. Significa “puro”, “sagrado”, y él lo prefiere a su nombre civil porque siente que le transmite una fuerza especial que lo beneficia humanamente.


En el “ashram”
Llegamos al ashram (lugar donde un maestro enseña yoga) de Pávana Yogui, situado en 1º de mayo al 2800, movidos por una clara inquietud periodística: tratar de entender, y luego transmitir, algo más sobre la ola de espiritualidad que recorre el mundo, incluida nuestra ciudad, y que tiene en el yoga una de sus manifestaciones más difundidas.
Somos recibidos por Pávana, quien, llevándose las manos al pecho y haciendo una ligera inclinación, nos da la bienvenida pronunciando namasté, una palabra sánscrita llena de sentido (“mi alma reverencia a tu alma”).
Luego recorremos las instalaciones, tan modernas como limpias, tan cómodas como despojadas de todo ornato innecesario y, finalmente, nos detenemos en el recinto central, el amplísimo salón de Siddashram (de Sidd: “todo lo que se piensa se cumple”), como lo llama Pávana. Allí, el maestro imparte sus enseñanzas, algunas de cuyas claves nuestro entrevistado desentraña para “El Litoral Revista” en el comentario que ofrecemos con su firma.

 

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Los comienzos, el peregrinaje
Iniciada la charla, “Susú”*, discípula inseparable, se agrega a la rueda mientras Pávana empieza a desanudar su poco común itinerario vivencial que comenzara en el barrio Roma en aquel crítico 1930.
En un clima distendido y sedante, nuestro interlocutor va dando cuenta de su experiencia personal. La primera señal  --recuerda--, la atracción inicial, el estímulo augural, se produjo en Buenos Aires en tiempos en que trabajaba en “marketing” en una empresa de la gran ciudad. Y provino de una lectura: el libro del swami (monje) Pancha Dasi. Siguiendo sus instrucciones, comienza con las meditaciones. Paso a paso se va abriendo el camino que lo llevaría a entrar en contacto directo con verdaderos maestros. La iniciación en técnicas de Raya Yoga le es impartida en Buenos Aires por el monje Abhedananda. Corría el año 1974 y poco después volvería a Santa Fe.
En 1977 viaja a Colombia e, instalado en la montaña, recibe las ya consignadas enseñanzas de Paramahansa Satyananda. Dos años más tarde viaja por vez primera a la India, cuyo territorio transita en todos los rumbos, acompañado de un conocedor de la tierra, su maestro de sánscrito. En 1981 retorna al inmenso país asiático para perfeccionarse en Kundalini Yoga, oportunidad en la que se relaciona con importantes maestros, entre ellos Direnda Brahmachari, el gurú de la ex primera ministra Indira Gandhi. También conoce a Satya Sai Baba. Recorre distintos ashrams y estudia yoga en la universidad estatal de Venkateshuar.
* Nombre con que se conocía a quien después sería Shuchitá Maháyoguiní


La enseñanza, las raíces
Con sus alforjas cargadas de conocimientos, Pávana Yogui volvió a Santa Fe dispuesto a compartir aquello que había transformado su vida. Empeñosamente y sin perder la sonrisa en el rostro manso, repechó la cuesta que nuestra ciudad plantea a todo emprendimiento y consiguió vencerla. Su nombre se pronuncia con respeto entre los cultores del yoga y su Siddashram goza de un prestigio de seriedad en una disciplina que a veces exhibe un terreno resbaladizo.
“Primero busqué el perfeccionamiento de mí mismo. Fui a buscar la llama y volví encendido. Ahora quiero entregarla aquí, entre los míos, porque aquí tengo mis raíces”.
Así termina la conversación con una persona que irradia serenidad, que transmite una paz espiritual que seguramente constituye el deseo profundo de sociedades exhaustas de un materialismo desbordado y frustrante. Pávana dice que el Oriente tan buscado”es la otra cara de la moneda” y que, seguramente, la sabiduría pasa por la integración de esa dos mitades en que aparece partido el hombre contemporáneo; dos mitades que, unidas, hacen el hombre ideal, hombre entero. Namasté.

Yoga, mantra, sánscrito
Por Pávana Yogui

Es el yoga una ciencia que conduce a quien la practica a la liberación de todo sufrimiento.
Hay varias modalidades de yoga, pero las más conocidas son: Hatha Yoga, que comprende posturas estáticas del cuerpo, cierre de las energías, control de la energía vital (prana), limpieza interna del cuerpo y alimentación racional.
Raya Yoga, que comprende: conocimiento de la mente y sus modificaciones, su educación, control y supresión temporal de la misma a voluntad. Raya Yoga tiene ocho pasos a seguir, siendo los dos primeros yama niyama, noes y síes, es decir, preceptos de la vida verdadera o correcta. Tan importantes son estas restricciones y observaciones que figuran en primer término para comenzar la disciplina del Raya Yoga.
Menos conocida es Kundaliní Yoga, que además de controlar la mente purifica todo el cuerpo, logrando así elevarse sobre todas las miserias del mundo físico.
Hay otras modalidades de yoga. Una, la más difícil de practicar (Jñana Yoga); otra, la más fácil (Bakti Yoga). Pero Raya Yoga (Rey de los Yogas) las contiene a todas y brinda el conocimiento total de yoga. Es a través de este yoga como se puede conocer la mente, sus funciones, sus procesos y sus niveles, las turbulencias que provocan los sentidos (vrittis) y los recuerdos (samskaras), todo ello para ponerla bajo control.
En los últimos tiempos se han hecho muchos intentos por demostrar que el control de la mente es cosa simple y de corto tiempo, sin tener en cuenta que puede llevar al que lo intenta a la destrucción o al estado de autosugestionado.
En el Bhagavad Guitá (año 3000 a. C.), el discípulo Aryuna se lamenta ante su maestro, el señor Krishna: “Oh Krishna, la mente es tan inquieta, tan orgullosa y deliberadamente determinada a cometer errores, muy fuerte, obstinada e inflexible, me parece que subyugarla es más difícil que controlar el viento”. Su maestro, el señor Krishna, lo admite, pero lo exhorta: “Mediante el estudio serio del yoga y su práctica y por la liberación de los deseos, la mente puede controlarse”. (Cap. 6, v. 34, 35, 36).
También se advierte a los que se sienten atraídos por lograr el control de la mente sólo para los placeres sensoriales o quizás para la obtención de poderes sobre los demás, que ese enfoque los llevará a ellos mismos y a sus seguidores hacia la destrucción.
Así lo entienden los grandes sabios. Una de las formas de mantener la mente ocupada positivamente que enseña Raya Yoga es el recitar un mantra continuamente.
Un mantra es un sonido sagrado y a menudo secreto, una vibración, un encantamiento. No es una invocación, tampoco una afirmación o la alabanza a una deidad. Un mantra no tiene un significado que pueda ser alcanzado por la mente o por el intelecto.
Es invariablemente en sánscrito. Puede ser una palabra o muchas. El sánscrito es tal vez el idioma más antiguo del mundo. Cinco mil años atrás estaba tan evolucionado que las experiencias supremas y más sutiles de la mente humana y, en particular, aquéllas más alejadas del mundo de los sentidos podían expresarse o evocarse en sánscrito. Un mantra correctamente obtenido, bien pronunciado, recibido con reverencia y humildad, puede silenciar el parloteo de la atormentada mente, preocupada, temerosa, con las consiguientes tensiones, penas y disgustos. El mantra ayuda a romper la tiranía de las palabras sobre el hombre. El mantra puede guiar a la Liberación. Un mantra bien pronunciado y, aun, usado en silencio, puede poner en contacto con beneficiosas, gozosas, poderosas energías cósmicas y fuerzas vitales. Un mantra puede elevar de la monótona, insípida existencia de conflictos y tensiones que el hombre lleva, hacia la experiencia del gozo, la armonía, la belleza de la existencia que está más allá del alcance de los cinco sentidos, la mente, el intelecto y el ego.
Existe un mantra básico, el sonido de la existencia, de la vida misma, un Biya Mantra (sonido semilla), que se puede usar eficazmente. Este supremo Biya Mantra es Om, el más importante y sagrado para los yoguis. Om es el universo entero, Om es la base de los idiomas, de Om proceden todos los sonidos, en Om reposa el mundo, Om es la fuente de todo, ¡Oh, dulce Om!
Por no haber recibido este mantra sagrado de boca de un maestro fidedigno, hay quienes cometen el error y lo hacen cometer a otros de recitar este mantra como se lo escribe en sánscrito: Aum.
Las reglas sandhi de transformaciones fonéticas del idioma sánscrito enuncian: “Fusión de vocales iniciales ¯a y á en contacto con vocales simples diferentes se funden en el grado pleno de estas últimas, a, á más u, ú se convierte en o”.
El desconocimiento del idioma y la pronunciación, y el estudio de yoga realizado con libros y sin maestro pueden hacer perder años al pronunciar incorrectamente un mantra, siendo esto lo más leve ya que puede atraer males mayores.
Presentar la ciencia del yoga como show con demostraciones infantiles es una verdadera afrenta a nuestros sabios, santos, eruditos, que nos han legado sus estudios y experiencias en las altas montañas del Himalaya. Pretender cambiar o adjudicarse como propias esas sagradas enseñanzas es algo que ningún yogui lo sueña siquiera, ya que muchas de ellas son de origen divino, que el bendito Señor nos ha entregado para superar el estado de ignorancia primaria en el que nos hallamos.
Que el Señor nos proteja, que todos obtengamos la liberación.
OM TAT SAT

 

La respiración
¿Qué es vida? Vida es un intervalo entre una respiración y otra, quien sólo respira la mitad, sólo vive la mitad; pero quien domina el arte de la respiración tiene control sobre todas las funciones de su ser.

Hace miles de años, en la India los grandes yoguis descubrieron y desarrollaron la “técnica de control de la respiración” o Pranayama para estabilizar, purificar y controlar la condición del cuerpo así como la mente o conciencia. No existe movimiento del cuerpo que no se exprese a sí mismo en la respiración. Sin respiración el cuerpo deja de ser consciente.

La mayor parte de la gente respira mal. Respira superficialmente, el ritmo no es armonioso ni vigoroso. Ello se debe en parte a las tensiones de la vida mundana, y en parte a que en las grandes ciudades la atmósfera está tan cargada de humo (polucionada) que el sistema respiratorio rechaza inhalar el aire contaminado y, de este modo, la respiración que debería aportar vida carece de capacidad de regeneración, que es el propósito de la respiración. Al comienzo de la práctica de yoga lo primordial es la reeducación de la respiración, la cual concientiza el acto respiratorio y fortalece los músculos que intervienen.

Una respiración normal debiera ser así: al inhalar profundamente el estómago debe ser empujado hacia delante. Al comenzar a exhalar, contraer el estómago y sacar afuera gradualmente todo el aire de los pulmones ejerciendo presión sobre ellos a través de la contracción del estómago. De esta manera, con cada inhalación, sacar el estómago hacia delante y contraerlo al exhalar. En todo momento, en la oficina, leyendo, caminando, conduciendo un vehículo, se deberá ―siempre que se pueda pensar en ello― consciente y cuidadosamente respirar profunda y completamente con el estómago. Se descubrirá que al hablar, si se continúa respirando con el estómago, es posible emitir la voz alcanzando el extremo más distante de un gran auditorio. Es sorprendente cómo, con sólo unas pocas respiraciones, uno se siente lleno de energía y vitalidad. Si el estómago, el cuerpo o la cabeza manifiestan un malestar, éste desaparecerá con sólo esta respiración: estómago adentro, aire afuera; estómago afuera, aire adentro. Es el aire lo que vitaliza la sangre y la purifica. Además de esta forma normal de respirar, en yoga existen veintinueve (tal vez más) formas de respirar.