LA MUJER VIRTUOSA
Gran parte de la degradación de nuestra sociedad es debida a pérdida de virtudes en la mujer. Generación tras generación, la mujer va perdiendo respeto debido a su conducta sin rumbo. Es por eso que incluí en esta página enseñanzas dadas en la antigüedad por los sabios de la India y adaptadas en lo posible a la mujer actual. Espero que sirva de inspiración a toda mujer inteligente que desee ser fuente de felicidad para su familia y la sociedad.

                          Shuchitá

Dijo Manu:
“No hay diferencia alguna entre Shrí, la Diosa de la fortuna, y la mujer de su casa, que es la madre de los hijos, que trae buena fortuna, que merece que la adoren, que es la luz del hogar”.
“La mujer es la que da a luz a los niños, protege a los nacidos y da continuación del proceso del mundo”.
“Los niños, las ceremonias religiosas, el servicio y la felicidad del marido, el cielo para los antepasados de uno y para uno mismo, dependen de la esposa”.
“La que, regulando la mente, la palabra y el cuerpo, no ofende a su marido, obtiene el mundo celestial con su esposo”
Modales con respecto a actitudes corporales:
1) deberá caminar siempre erguida con la mirada en alto. Evitará mirar de reojo. Jamás mirará por sobre el hombro del marido.
2) también deberá sentarse derecha, de preferencia con las piernas juntas. Las piernas separadas muestran a una mujer vulgar. Las piernas cruzadas no son las más aconsejables para la columna, pero si se opta por esta forma, deberá cambiar cada tanto de posición para evitar curvaturas patológicas de la columna tales como la escoliosis.
3) al observar como viste una mujer, un hombre intuye si debe mantenerse a distancia y ser respetuoso, o si tiene fácil acceso porque es una mujer que busca compañía y que otros pongan sus ojos sobre su cuerpo, llevando ropa excesivamente ajustada o su cuerpo demasiado descubierto. La forma de vestir influye sobre la conducta de la mujer, sobre sus pensamientos y sobre los pensamientos de los hombres que la observan. Analicen y observen lo que les digo, tanto en ustedes mismas como en otras mujeres, y saquen sus conclusiones.
4) no hablará mientras come, ni reirá mientras habla y evitará agacharse con piernas estiradas.
Del hablar:
El hablar en demasía es una característica de las mujeres. El hablar origina un gran desgaste energético y conduce a comentar lo que no se debe. Hay que saber callar y escuchar, no hablar si no hay algo importante que decir. No hablar de los demás, ni de las intimidades del hogar.
No hablará sobre sexo con los hombres, ya que puede conducir a situaciones embarazosas, a una intimidad peligrosa, y a que el hombre crea que es una mujer fácil. Tampoco hará chistes a los hombres relacionados con el sexo, no es necesario.
Su vocabulario debe ser fluido y diverso sin apelar a palabras o evocaciones groseras. La lectura de libros - no novelados - aumenta el vocabulario y la facilidad de expresión que suele ser una característica ausente en los jóvenes.
Si uno se da cuenta que desconoce la riqueza del idioma, que sus palabras son vulgares y que tiene dificultad para expresarse tanto oralmente como por escrito, si es inteligente, debe hacer algo al respecto.
Si decide modificar esta condición, con firme determinación deberá hacer lo que sigue:
1) evitará la compañía de personas de esa condición tanto mujeres como varones.
2) Si el medio en que se dicen malas palabras fuera el hogar, no les reprochará este defecto, sino que hará los cambios ella misma con mucha atención. Hay que pensar antes de hablar. Tratar a los otros dulcemente, llamándolos por sus nombres, evitando las discusiones aunque sean provocadas, callar. La que no dice malas palabras a otros, hace que los demás se cuiden al hablar con ella aumentando el respeto mutuo. Respete si quiere ser respetada.
3) Tampoco proferirá improperios al aire cuando se lastime, o esté sola. Deberá estar muy alerta.
4) Buscará la compañía de mujeres que hablen bien, siempre hay alguna.
5) Evitará mirar programas televisivos que sean tan pobres culturalmente que deban valerse de groserías para entretener al público.
6) Evitará hablar de los defectos ajenos. Dijo una santa de la India, “no mires los defectos de los demás, de lo contrario tus ojos se volverán impuros”.
“No se debe herir a los demás ni siquiera con la palabra. No se debe hablar tampoco, sin necesidad, de una verdad desagradable. Si uno se deja llevar por el empleo de palabras groseras, hasta el mismo carácter se entorpece. Se pierde la sensibilidad y no se tiene más control sobre lo que se habla. No se debe preguntar a un lisiado cómo fue que quedó lisiado”.
“Las mujeres no deben enojarse tan fácilmente. Deben practicar la dulzura. Las mujeres, por lo general, son muy sensibles. Una simple palabra puede alterarlas. ¡Y la palabra se escapa tan fácilmente! Deberían tener paciencia, soportar y disimular los errores ajenos, aunque sean de sus parientes más cercanos, a pesar de lo penoso que pueda ser”.
Modos de purificación:
Si hubiere cometido una falta, la mujer instruida se purifica perdonando las ofensas; las que descuidan sus deberes, haciendo donaciones o servicios para otros; si sus faltas son secretas - de pensamientos o sueños - se purifica recitando mantras, o plegarias a Dios.
Una mujer no debe nunca descuidar sus deberes, ni siquiera cuando su mente recuerda a su amado. Debe atender con respeto y servicialmente a sus mayores, recibir cordialmente a los huéspedes, realizar las tareas de la casa, dedicarse a sus estudios diligentemente, o trabajar con esmero. Al respecto hay un poema de Kalidása, que todas las mujeres conocen en la India, se llama Shakuntalá.

 

“Shakuntalá era una hermosa joven hija de un sabio, vivía en el bosque, tenía dos amigas muy queridas con quienes recorría los jardines recogiendo flores, miel y frutos para la ermita. Un día en ausencia del sabio, que había ido en peregrinación, Shakuntalá conoció al rey Dushyanta que salió al bosque a practicar la arquería. El amor nació entre los dos y se vieron varios días seguidos ocultándose a los ojos de la madre de Shakuntalá. Al fin decidieron casarse en secreto intercambiando guirnaldas, a la manera que se casan los habitantes del bosque. Antes de que regrese el padre de Shakuntalá, el rey tuvo que partir para atender los asuntos de su reino, prometiendo volver con sus cortesanos para llevar a su esposa al palacio.
Con gran dolor se despidió la joven de su amado rey. Un día estando ausente también la madre de Shakuntalá, llegó a la ermita el gran sabio Durvasa. Pero Shakuntalá, que debió salir a recibirlo con los honores que correspondían - agua para lavarse los pies, agua para beber, comida y un asiento - absorta en los recuerdos de su esposo, sentada a la puerta de su casa no reparó en la presencia del sabio. Éste dijo:
-¿Dónde está mi amigo Kanva? ¿No da nadie la bienvenida al huésped aquí?
Pero Shakuntalá, no reaccionó, sus sentidos estaban retirados del mundo externo, mientras pensaba en su amado.
Entonces Durvasa se enfadó y la sentenció:
-Tú has olvidado tus deberes para con el huésped, por lo tanto la persona en quien estás pensando se olvidará de ti.
Habiendo escuchado estas terribles palabras del sabio, que había alcanzado gran poder debido a sus austeridades, las amigas de Shakuntalá corrieron hasta alcanzarlo y le imploraron:
-Oh santo, el sabio Kanva está de viaje. Por favor, perdona a Shakuntalá. Nunca ofendió a nadie.
A lo que Durvasa respondió:
-Mi palabra debe cumplirse - y agregó - pero esa persona la recordará cuando vea un objeto que le había dado anteriormente.
Cuando regresó el sabio Kanva, padre de Shakuntalá, con el poder de su intuición pudo saber todo lo que había ocurrido con sólo ver el anillo que llevaba la joven con el nombre del rey.
Al pasar el tiempo sin que el rey volviera por ella, decidieron enviar a Shakuntalá con su esposo debidamente acompañada. Para llegar al palacio tenían que hacer un largo recorrido a pie y otro tanto en canoa. Shakuntalá llevó sus manos al agua y, sin percatarse, el anillo se le salió y se fue al fondo.
Al llegar al palacio, el rey no la reconoció, se había olvidado de ella. Cuando Shakuntalá quiso mostrarle el anillo, se dio cuenta de que no lo tenía. Quienes la habían acompañado decidieron dejarla con su esposo, tal era su lugar, ya no podía volver a la ermita, y se volvieron. Pero el rey la rechazó, no podía aceptar como esposa a una mujer que ni siquiera conocía, y menos reconocer al hijo que llevaba en su vientre.
Así abandonó Shakuntalá el reino sin saber a dónde ir. Al fin un anciano sabio le dio reparo en su ermita, el hijo nació, y ella lo cuidó enseñándole arquería.
Un día, los guardias del rey trajeron a su presencia a un pescador diciendo que había robado un anillo del rey. Pero el pescador dijo que lo había encontrado en el cuerpo de un pescado. Al ver el anillo, Dushyanta recordó todo. Muy apesadumbrado, envió emisarios por todas las regiones para encontrar a Shakuntalá.
Al fin encontró a su esposa y su hijo y, tras la reconciliación, con el beneplácito del ermitaño que los había protegido, regresaron todos al palacio.

Esta historia es bien conocida en la India. Nunca se deben descuidar los deberes. Siempre trae consecuencias lamentables, aquí está representado con la maldición de un ermitaño, pero es tan sólo anticipar lo que irremediablemente sucedería.
Preparación de una mujer
La mujer es la base de la sociedad. Debe ser instruida, ya que esto le permitirá desempeñar muchas funciones en la sociedad. Una mujer instruida, si forma una familia, puede ayudar a su esposo en su trabajo y a sus hijos en el estudio.
Deberá tratar de aprender a realizar las tareas del hogar, aunque el día de mañana pueda derivar ciertas tareas más pesadas a una persona que la ayude, ella deberá controlar a quienes tienen a su cargo tareas de la casa.
Eso sí, siempre hagan todo con amor, nunca sientan que se sacrifican para otros, simplemente háganlo, es su deber. Nunca desperdicien nada en la casa, eviten tener que tirar alimentos, ya que hay mucha gente que muere de hambre en el mundo, traten todas las cosas con respeto y amor. Hasta una escoba debe ser tratada bien, no tirarla sino apoyarla suavemente, después la van a necesitar otra vez. Si una es superior a las cosas debe tratarlas con buenos modales.
Cuanto más cosas sepan hacer, más contentos estarán en el futuro quienes estén bajo su cuidado.
Importancia de la vida espiritual en la mujer:
En la India, las mujeres meditan en sus casas, o tienen un altar para adorar a la imagen de su devoción en la misma cocina. La mujer debe tratar de estar cerca de Dios en su conciencia. Ellas suelen invocar a Dios en su aspecto Madre para que las guíe y proteja.
Una mujer elevada espiritualmente santifica su hogar. El mundo nos atrae y nos mantiene siempre ocupadas, pero siempre dedíquenle un poco de tiempo a Dios todos los días, eso les dará paz interior y energía para emprender todas sus tareas.
De la elección del esposo:
En Occidente, hay mucha inestabilidad en los matrimonios, debido a que fallan en la elección. En la India, lo común es que el esposo o la esposa sean elegidos por los padres, generalmente siendo los futuros consortes muy jóvenes, hasta niños. Allá los matrimonios no se disuelven fácilmente, se dice que comienzan a amarse después que se casan.
Por estos lados eso no es posible, los padres no se ocupan de esas cosas y los hijos deciden por cuenta propia. Y muchas veces se equivocan.
Analicemos ahora qué es lo que tienen en cuenta los padres indios para casar a sus hijos logrando que sean felices los casados y sus familias. Bien, hay características en los seres humanos propias de su estado evolutivo. No estoy hablando de nivel económico, sino de nivel de conciencia. Cuanto más vidas tenemos, más evolucionado somos, eso nos da experiencia para desarrollarnos en el mundo material, en lo mental, intelectual y espiritual.
Aún no creyendo en la reencarnación, cualquiera puede apreciar que no es lo mismo la mente de un ciruja, que la de un comerciante, o la de un profesor, o un militar, etc. Cada uno tiene sus tendencias de acuerdo a su grado evolutivo.
En la India, estas condiciones se llaman castas, la más elevada es la sacerdotal, la que le sigue es la militar, luego la de los comerciantes, agricultores, docentes, y finalmente la de los que realizan trabajos del músculo. Los padres indios eligen para sus hijos una pareja de la misma casta, es decir de la misma condición para que haya afinidad en todo sentido, en sus inclinaciones, modo de vida, educación, en sus familias.
Pero por esos lados las castas están mezcladas, esas condiciones existen, pero puede que algunos estén realizando deberes propios de los de otra casta. Ésto hace que fracasen en sus actividades. Habrán visto médicos frustrados, militares o policías que no defienden a la sociedad como es su deber, arquitectos taxistas, etc.
Ahora bien, el de la casta más elevada es el que siempre dice la verdad. La que le sigue, la militar es la que soporta el dolor y tiene vocación por proteger a otros. La siguiente, incluye a los que gustan de realizar transacciones y son eficientes en el manejo del dinero, la de los que gustan de enseñar, y todas las demás profesiones que no incluyan trabajos físicos pesados. Finalmente, están los que realizan servicios y trabajos que requieren de más esfuerzo físico.
Lo que se debe tener en cuenta es que haya afinidades más allá de las palabras. Sentirse a gusto con las respectivas familias, con los amigos y personas que el otro frecuenta. Sin embargo la mayoría de los fracasos en Occidente se producen porque sólo se tiene en cuenta la atracción física; pero tengan en cuenta que ésta se desvanece con los años y queda el ser humano con el que uno debe compartir todos los años de su vida, incluso la vejez. La prueba está en que muchas jóvenes creen haber encontrado el hombre de su vida muchas veces, entregando su cuerpo cada vez que creen amar, y sin embargo sólo son presas de instintos sexuales.
Eviten manejar su cuerpo con tanta libertad. El amor debe ser divino, amar al ser que está dentro de ese cuerpo, ya que el cuerpo se deteriora, lo que permanece es el alma. Es el alma del otro lo que hay que amar, no su apariencia externa. Si bien la atracción física es parte, no lo es todo ni mucho menos.
No es fácil encontrar un hombre virtuoso hoy en día, pero los hay. Además, al lado de una mujer virtuosa, un hombre eleva su condición.
En la India, el esposo es considerado como Dios para la mujer, ésta le sirve y le trata con respeto. Es su señor y su maestro. “La mujer que, regulando la mente, la palabra y el cuerpo, no ofende a su marido, obtiene el mundo celestial junto con su esposo”. dijo Manu, en la antigüedad.
La conducta de una esposa según las escrituras indias:
Una mujer virtuosa, que tiene afecto a su marido, debe comportarse según sus deseos, como si él fuere un ser divino. Tendrá la casa entera muy limpia, disponiendo flores de distintos matices; todo debe dar un aire de limpieza y decencia.
La dueña de casa deberá evitar la compañía de mujeres de vida fácil, o mujeres que siendo viudas, divorciadas, o solteras estén buscando compañía masculina.
Para la comida, tendrá siempre en cuenta lo que su esposo guste o no guste, de lo que le siente bien y le siente mal. Apenas oiga el rumor de sus pasos al entrar en la casa, se levantará para recibirlo, presta a servirlo. Siempre que ella salga con él se pondrá sus adornos y no aceptará jamás invitaciones como no sean con su consentimiento. Si ella deseara estar en compañía de sus amigas o parientes, o participar de un juego o deporte, consultará siempre su voluntad; el hombre, siendo más racional que la mujer, suele adelantarse a lo que puede ser negativo para su esposa o para la familia. Asimismo se sentará cerca de él y se levantará con él.
En el caso de que su marido se condujere mal, no deberá reprocharle en exceso, lo que podría ser de su desagrado. No usará con él un lenguaje injurioso, sino que le dirigirá reproches mezclados con palabras conciliadoras, esté con sus amigos o solo. Y sobre todo, no será pendenciera, porque como dijo Gonardiya, “nada hay que disguste a un marido como este defecto en una mujer”. Evitará el hablar mal, el mirar hacia abajo, el hablar aparte, el conversar con otras personas en un sitio solitario. Y tendrá su cuerpo siempre limpio.
La mujer casada no deberá decir a los extraños lo que concierne a las cuentas de su marido o del hogar, ni los secretos que su marido le haya confiado. Buscará siempre superarse en lo que concierne a su destreza, su buen porte, su conocimiento de la cocina, la dignidad de su aspecto y la manera de servir al marido. Jamás criticará a su marido; si debe referirse a él ante otros, sólo hablará de sus virtudes, y si éstas fueran escasas, callará.
Vigilará ella misma al personal que trabaje en su casa, ocupándose de pagar sus salarios. Les dará la ropa que ya no se use previo consultar a su esposo mostrándoles que está satisfecha con su trabajo. Pero no intimará con ellos, mantendrá siempre distancia, sin hablar demasiado con ellos.
Tendrá hacia sus suegros un trato respetuoso como si fueran sus propios padres - evitando el tutearlos - siendo condescendiente con ellos, no contradiciéndoles jamás, hablándoles con pocas palabras, pero sin sequedad, no riendo estruendosamente en su presencia. Con los otros familiares de su esposo será siempre amable, respetuosa y atenta. Si sus cuñadas o su suegra fueran pendencieras, callará y tratará de mantenerse a distancia, evitando frecuentarlas siempre que le sea posible, pero nunca debe discutir con ellas, ya que una esposa se puede abandonar, pero la hermana siempre es la hermana, y la madre siempre es la madre. Deben tratar de tenerlas a su favor y comportarse con su suegra como una hija y con su cuñada como una hermana.
Recibirá a los amigos de su esposo con la atención debida sin intimar con ellos, dándoles el tiempo debido para que hablen a solas. Una mujer no debe estar continuamente entrometida en la conversación de los hombres, puede llegar a molestarles.
Evitará salir con amigas en ausencia de su marido. Durante el tiempo que su marido esté de viaje, ella deberá dedicarse a las tareas del hogar y a todo lo que pueda ser del agrado de su esposo.
Nunca debe sentir que es un trabajo esclavizante realizar las tareas de su hogar y servir al marido. No es bueno para el ego, pensar siempre en los propios placeres. No hay adorno mejor que la modestia. No hay mejor manera de mostrar aprecio y amor hacia su marido que convertirse espontáneamente y de todo corazón, en receptáculo de sus ideales; ayudándole así a cumplir la misión de su vida. La esposa debe ser siempre una ayuda y jamás un obstáculo. Así ganará todo el amor y respeto de su esposo.
La mujer ha sido alabada tanto en las antiguas escrituras como en la poesía clásica como Grihalakshmi, la diosa de la prosperidad en el hogar. Ella es la compañera de su marido, como ama de casa, en la realización de los deberes y los derechos de la vida de casados.
El ideal indio del matrimonio es que la mitad derecha es el marido y la mitad izquierda del mismo cuerpo es la mujer, son partes de la misma unidad.
Cuando el famoso sabio Shánkarácárya desafió a un duelo filosófico al famoso sabio de ritos Mandanamishra, el juez que estaba presente para escuchar los argumentos en pro o en contra y decidir quién había ganado, fue Udayabharati, mujer de Mandanamishra. El otro participante estuvo de acuerdo con eso. Imagínense ustedes la confianza que tuvieron no solamente en la eminencia intelectual de ella, sino, más que eso, en su total imparcialidad e integridad.
¿Piensan ustedes que ella se olvidó de sus deberes domésticos durante las largas horas en que Shánkarácárya y Mandanamishra seguían con su desafío intelectual? No, ella cuidaba de sus tareas domésticas. Es el verdadero signo de una mujer elevada. Era una sabia eminente; pero de todos modos cocinaba para su marido y para los huéspedes y lograba hacer las labores domésticas como un ama de casa ideal. Ella puso una guirnalda de flores alrededor del cuello de los dos contendientes y cuidó de sus tareas, alejándose de ellos. Ella dijo que sabría cuál era el ganador muy fácilmente, porque la guirnalda del contrincante derrotado se marchitaría mientras que la otra se mantendría fragante y fresca.
Cuando al final su marido salió derrotado, según su juicio, ella se adelantó y reclamó su derecho como igual mitad para seguir con el desafío. “Tú no puedes declararte vencedor hasta que no me derrotes a mí también, porque yo soy la mitad de mi marido y permanezco invicta”. ¡Qué gran inspiración es para todas las mujeres esta Grihalakshmi!
En la India se pone de relieve el papel de las mujeres como madres, que son quienes inculcan altos ideales en las mentes de los niños. La India tuvo muchas grandes mujeres cuya virtud y sabiduría son exaltadas a través de los siglos. Sitá, Draupadi, Savitri, Gargi, Damayanti, y otras tantas que viven en los corazones de millones de personas que las adoran y que obtienen de ellas inspiración cada vez que se enfrentan con una calamidad. Estuvieron llenas de amor por todos los que sufrían, listas para servir al pobre y al afligido.

 

Dijo el sabio Manu:
“La mujer debe estar siempre de buen humor, manejar los asuntos de la casa, conservar con la mayor diligencia los utensilios domésticos y no excederse en los gastos”.
“Aunque sea censurable la conducta de su marido, debe la mujer virtuosa reverenciarlo constantemente como a un ser divino”.
“Si una esposa obedece a su esposo, por esa sola razón ella alcanzará la gloria”.
“Que la esposa quiera y respete a su marido y será honrada en el cielo”.
“Una mujer virtuosa que desea obtener la misma mansión de felicidad que su marido, no debe hacer nada que pueda desagradarle, ya sea durante su vida, ya después de su muerte”.
“Que hasta la muerte se conserve paciente, entregada a prácticas piadosas, casta y sobria como un novicio, dedicándose a seguir las excelentes reglas de conducta de las mujeres que no tienen sino un solo esposo”.
“Una mujer infiel a su marido está expuesta al desprecio aquí abajo y después de su muerte tiene un mal nacimiento”.
“Por el contrario la que no falta a su marido y cuyos pensamientos, palabras y cuerpo son puros, obtiene la misma mansión celeste que su esposo y es llamada por la gente de bien mujer virtuosa”.

Hay una historia que conoce toda mujer india, es la historia de la princesa Sitá, esposa del Rey Ráma. Ella ilustra el ejemplo de esposa fiel, abnegada, que conoce sus deberes tanto en la prosperidad como en el infortunio. Esta historia es parte del famoso poema épico el “Rámáyana”.

“El príncipe Ráma era el mayor de cuatro hermanos, el segundo hermano era Bhárata. Su padre, el rey Dasharatha, que había decidido delegar el reino en manos de su amado hijo Ráma, se ve obligado por su palabra dada a una de sus esposas, precisamente a la madre de Bharata, a enviar a su querido Ráma al destierro durante catorce años y en su lugar coronar a Bharata.
Recibiendo esta orden de su padre, el rey, y dispuesto a cumplir con la voluntad de su padre para liberarlo de la palabra dada, el noble Ráma va a hablar con su esposa Sitá para anunciarle su partida, diciendo:
-Sitá, mi venerable padre me destierra al bosque, ¡oh tú, que eres salida de una familia ilustre!, que conoces tu deber y que sigues sus senderos. El rey, lleno de nobleza, concedió a su esposa dos grandes favores a su elección. Hoy, cuando mi consagración iba a tener lugar gracias a los cuidados del rey, ella le ha recordado su compromiso y ha exigido su cumplimiento, conforme a su derecho. Me será preciso, durante catorce años, habitar el bosque, y a mi padre asociar a Bharata al trono. He venido a verte antes de partir para el bosque solitario. En presencia de Bharata, no hable jamás alabanciosamente de mí. En la prosperidad, los hombres no soportan el elogio de otros; por consiguiente, no alabes mis talentos delante de Bharata. Guárdate incluso de pronunciar mi nombre con objeto de que te sea posible vivir en este reino. El rey le asocia definitivamente a su corona. Tendrás que honrarle muy particularmente, pues es el soberano. En cuanto a mí, yo quiero desempeñar la palabra de mi padre, que es mi señor, por lo que hoy mismo marcho al bosque. Sé animosa en tu soledad. Cuando yo haya partido para la selva, mansión de los ascetas, ¡oh hermosa sin reproche!, tú te entregarás enteramente a las prácticas piadosas. Levantándote al alba, harás el culto a Dios, luego venerarás a mi soberano padre. Mi madre, envejecida, agotada de dolor, ríndele tus homenajes. Estarás siempre llena de atenciones también hacia mis otras madres; todas tienen derecho a tu afecto, tu respeto y tus cuidados. Deberás considerar como hermanos y hasta como hijos a mis hermanos que me son más queridos que mis alientos vitales. Cuídate mucho de no hacer jamás nada que pueda desagradar a Bharata, él es el soberano y jefe de la familia. Yo me iré al bosque, amable princesa querida, pero tú permanece aquí. Sigue mis consejos de tal manera que no ofendas jamás a nadie”.
A estas palabras de su esposo Ráma, la princesa, herida en su ternura conyugal, dijo a su marido:
-¿Por qué ese lenguaje desconsiderado? Señor, vergonzoso es lo que oigo, imposible sería sufrirlo. ¡Oh hijo de un noble príncipe!, un padre, una madre, un hermano, un hijo, una nuera gozan de sus méritos personales y obtienen cada uno la suerte que les es debida. Sólo la esposa sigue el destino de su marido, por consiguiente, mi deber trazado está; yo habitaré el bosque. Para la mujer, no es ni su padre, ni su hijo, ni su propia persona, ni su madre, ni sus amigas, sino su esposo el que en este mundo y en otro es siempre su única vía de salvación. Si tú partes hoy para el impenetrable bosque, ¡oh toro de los hombres! yo iré delante de ti, a pie, en medio de los espinosos arbustos. Llévame sin dudarlo; en mí no hay mal. En los palacios, en los carros, en medio de los aires, por todas partes allí donde llegue, la sombra de los pies de un esposo debe ser seguida. Yo he aprendido de mi madre y de mi padre mis diversas obligaciones; no tengo necesidad de ser instruida sobre lo que tengo que hacer. Me hundiré en el bosque inaccesible, lleno de toda clase de fieras, frecuentado por cantidad de tigres. Habitaré con gusto en la selva, sin ocuparme más de los tres mundos, no pensando sino en mis deberes de esposa. Constantemente sometida a tu voluntad, dócil, viviendo como asceta, seré dichosa cerca de ti, ¡oh héroe!. En el bosque tú serás para mí un asilo lleno de seguridad. ¡Oh Ráma, esposo glorioso!, yo te acompañaré al bosque, no hay duda, nadie podrá impedírmelo, estoy decidida a ello. Me alimentaré exclusivamente de frutas y raíces, no seré una carga para ti; yo precederé tus pasos, no deseo ver otra cosa que rocas, pantanos y lagos. En mi abnegación constante, para ti, príncipe de grandes ojos, viviré en el colmo de la alegría, aunque tuviéramos que pasar en el bosque cien mil años juntos, no me aburriría ni un solo instante. Si me fuese posible vivir en el propio Cielo, lejos de ti, no podría resignarme a ello”.
El príncipe, para hacerla cambiar de propósito, le enumeró largamente los males inherentes a la permanencia en el bosque. Le habló de los animales salvajes, de la falta de agua, de los senderos sumamente difíciles de recorrer, que se duerme sobre lechos de hojas muertas, en el suelo desnudo, por las noches, practicar austeridades, vestir con cortezas de árbol. Le habló de los pantanos, los insectos, los reptiles, el rugir de los leones, los escorpiones, le dijo que no se debe temblar ante aquello que mueva a espanto.
-¡Oh mujer delicada, no pienses pues, por más tiempo en venir al bosque!.
Pero la sabia Sitá, replicó:
-Los inconvenientes enumerados por ti y reservados a los que habitan el bosque, sabe que mi amor hacia ti los transformará en ventajas. Tu alejamiento Oh Ráma, me obligaría a renunciar al instante a la vida. Privada de su esposo la mujer no podría vivir, tu no puedes dudar de esta verdad en lo que a mi respecta. La orden de habitar el bosque la cumpliré sin faltar; tú eres mi marido, yo te acompañaré, ¡oh mi bienamado! no ocurrirá de otra manera. Yo, esposa fiel y adicta, la misma en la felicidad y en la desgracia, preciso te es llevarme, a mí, a quien la alegría o la pena no cambian.
No podría haber para mí, fatiga alguna en seguirte. La hierbas, los arbustos espinosos, serán para mí, en tu compañía, tan suaves y delicados como el césped o la piel de los antílopes. El polvo levantando por los grandes vientos que me cubrirá, me parecerá preciso polvo de sándalo. No podré soportar la pena un solo instante, menos aún durante catorce años.
Así hablaba Sitá, abrazada a su esposo, con lágrimas en los ojos. Por lo que Ráma tuvo que acceder, diciendo:
- Ya que tu resolución es inquebrantable, oh hermosa princesa, sígueme oh débil mujer, cumple hasta el fin tu deber.

 

Swami Shivanandaji dijo de la mujer:
“La madre es el primer Guru. El niño aprende a hablar de su madre. Ella puede hacerle un santo, un gobernante o un pícaro. Ella imparte las virtudes a su niño con la leche.
“La modestia es el ornamento de la mujer. El ir más allá del límite de la modestia, comportarse como un hombre, destruye la elegancia, la grandeza, la gracia y la belleza de este noble sexo. La modestia es una mezcla maravillosa de humildad, cortesía, decencia, elegancia, apacibilidad y dulzura. La modestia es el adorno más precioso en una mujer. Una mujer modesta se refrena convenientemente, sus modales son buenos. La modestia es la marca de la verdadera nobleza. Una mujer sin modestia es como una flor sin perfume. La modestia lleva a la mujer al estado de divinidad. Una mujer modesta inspira respeto.
“Oh Devis (Diosas) no desperdicien sus vidas en la moda y la pasión. Abran sus ojos. Caminen por el sendero de la virtud. Vean la divinidad en sus maridos”.

 

OM