MATSYENDRANATH

Sucedió una vez que el Señor Shiva estaba sentado en el Océano de leche (la Conciencia Cósmica) contemplando la forma esencial de Rama y repitiendo Su nombre. Parvati dijo al Señor del Kailasa, “¿De quién es el nombre que estás repitiendo?, ¿qué Dios es superior a Ti? Eso es algo acerca de lo cual tengo ciertas dudas”.

Después de haberla escuchado, el Señor de todas las cosas le respondió, “La Deidad que es superior a Mí es Shri Rama, el Esposo de Janaki; ¡oh Bhavani!, Brahmadeva y Vishnu provienen de Él al igual que Yo. Estaba meditando en esa forma y estoy constantemente repitiendo Su nombre”.

Cuando el destructor de Tripura (tres ciudades que representan a las Gunas) dijo eso, Ambika (Parvati) quedó sorprendida. Ella exclamó, “¿Cómo es que Yo, siendo la mitad de Tu propio Ser, no he estado pensando correctamente? Las ranas están siempre cerca de las flores de loto, pero ellas nada saben de la miel pura que hay en las flores. El perfume musk se encuentra en el ombligo de los ciervos, pero aún así ellos vagan inútilmente por la jungla. De la misma manera, a pesar de que mi Señor tiene ese conocimiento, yo no”. Luego, juntando sus manos, la Diosa hizo namaste al Señor del cuello azul (dice la historia que tragó veneno para proteger al mundo y por eso le quedó el cuello azul). Ella dijo, “Tú te purificas repitiendo continuamente el nombre del noble Rama, por favor, cuéntame acerca de los pensamientos más secretos de Tu corazón”.

Oyéndola decir esto, el Rey del Kailasa respondió a Su esposa con amor viendo que estaba sola. Shiva le dijo a la Diosa Parvati, “Te diré en verdad de Quién es el nombre que repito continuamente en Mi corazón”. Tras decir así, el Señor puso Su mano firmemente sobre la cabeza de la Diosa y comenzó a instruirla. Parvati se volvió inconsciente de Su cuerpo y no pudo recordar Su propio ser.

Nacimiento de Matsyendra:

Mientras Shiva le estaba dando instrucciones a Parvati, el Señor de complexión inmaculada estaba inconsciente. Justo en ese momento, había un feto en el vientre de un cocodrilo. Desde allí él asimiló las enseñanzas que Shiva le estaba dando a Parvati. En el medio de las violentas olas del mar este feto permaneció oculto en el vientre del cocodrilo y oyendo las instrucciones dadas por Shiva a Parvati, las retuvo en su memoria. De la misma forma en que cuando Kayadhy estaba prisionera, Narada fue a verla y bondadosamente la instruyó, y Pralhada que estaba en su vientre escuchó todo, así también, cuando Shiva, el enemigo de Madan (el dios del amor pasional) estaba instruyendo a Parvati, Sus palabras llegaron hasta el vientre del cocodrilo. En ese momento, nació Matsyendranath, un salvador del mundo. En verdad, él fue una encarnación de Shiva. Se asemejaba al monte Meru en su indiferencia por las cosas mundanas.  Era un océano de inteligencia descendiendo como un avatar para salvar al mundo. Matsyendranath fue supremamente sabio en todo el conocimiento divino. Él fue el árbol de los deseos, dador de la más elevada forma de liberación final, el Testigo interior de toda vida, o el segundo Vishnu mismo, morada de todas las virtudes en forma de inteligencia, una luna llena. Aunque encarnó en un cuerpo, no estaba identificado con él. Era una imagen del Supremo Brahman, la esencia de la forma más elevada de felicidad manifiesta en este mundo. Cuando salió del vientre de su madre, no olvidó que era el Supremo Brahman. Él no fue afectado por los violentos vientos de la ignorancia. Salió del agua repentinamente con un cuerpo humano radiante. Pensó “Quiero ver todos los lugares sagrados”. A partir de ese momento, Matsyendra deambuló según su deseo. Iba de ciudad en ciudad comiendo lo que le daban. Además, él acostumbraba a ir al bosque y sentarse en soledad. Así pasaron doce años de su vida, indiferente a las cosas mundanas.

En una ocasión, llegó a cierta ciudad...

Matsyendranath comienza su peregrinación:

Mendigaba de casa en casa, pero permanecía delante de ellas sólo por un momento. Un día, sucedió que se paró delante de la casa de un comerciante. Él gritó ¡Alakh! (otro nombre del Señor Shiva que significa “Invisible” y que usaban para mendigar) a la puerta de la casa. Habló rápidamente, “¡Si tienes algo para darme, dámelo ya, oh madre!”. Oyendo esta dulce voz, la esposa del mercader quedó sorprendida. Ella exclamó, “Bendita es la madre de este huésped que dio nacimiento a semejante persona”. Cuando salió de la casa con su ofrenda, ella vio una forma divina delante suyo. Llevaba aros en Sus orejas brillantes como las estrellas. El hermoso resplandor de Su forma se asemejaba al oro. Había frotado todo Su cuerpo con cenizas blancas sagradas. Llevaba un cinto brillante en la cintura. Sus ojos alargados eran hermosos.

Viendo Su forma, ella se inclinó ante Él en su amor y exclamó, “Oh Swami, dime, ¿de dónde vienes?”. Al oírla, Matsyendra respondió, “El país del Supremo Brahman es Mi país. Quien conoce esto tiene derecho a la felicidad que proviene de la unión con Dios”. La esposa del comerciante le dijo, “Yo no tengo hijos. A pesar de que tenemos en nuestra casa toda clase de riquezas, parece vacía debido a ello. Así como una noche sin luna, una tierra sin árboles o ríos sin agua causan una apariencia horrible, así como es inútil la estación de las lluvias sin una nube, estar gordo si nuestro cuerpo no tiene fuerza, un rey sin ningún poder, el conocimiento de las escrituras sin cumplimiento del propio deber, una lámpara sin aceite o pabilo, sabiduría sin suerte o plantar un árbol en un jardín sin agua, así también, poseer riquezas sin tener un hijo, parece ser una posesión en vano. Dadme por favor el conocimiento por el cual yo pueda tener descendencia”.

Oyendo sus palabras, Matsyendra estuvo complacido. Entonces, tomando un poco de Sus cenizas y repitiendo un mantra sobre ellas, se las dio en la mano diciendo, “Cuando comas esto, ciertamente tendrás un hijo. Verás la forma viviente del avatar de Vishnu. No le digas a nadie acerca de esto y cumple con tu propósito”. Habiendo hablado así, Matsyendranath partió rápidamente.

La esposa del mercader tomó las cenizas y las guardó en el altar. Luego llamó a sus amigas y les dijo, “Escuchen mi secreto, queridas amigas. Un mendicante vino a nuestra casa, salí y le di un poco de comida. Era glorioso y brillante. Se lo veía despreocupado e indiferente a todas las cosas mundanas y lleno de santidad. Viendo tal forma, mi mente sintió gran satisfacción. Le dije que no tenía hijos. Entonces él me miró como concediéndome un don y me dio cenizas sobre las cuales repitió un mantra. Me dijo, ‘Cuando comas esto, concebirás un hijo’. Después de decirme eso, se fue. Ahora díganme, ¿qué les parece? ¿será cierto o no? No tengo a nadie más íntimo que ustedes, queridas amigas”.

La esposa del comerciante desecha el favor de Matsyendra;

Una de sus amigas replicó, “¿De qué sirve confiar en esos mendicantes sectarios? Ellos hacen muchos trucos y así engañan a la gente. Si tú confías en ellos, perderás en tus cuestiones domésticas. Desea larga vida a tu esposo y te irá bien en tus asuntos familiares. La secta de orejas separadas da cenizas haciendo que uno se convierta en un perro para que corra detrás de ellos. Por la noche, ellos transforman al perro en una mujer y la disfrutan. Tal es su costumbre”. Hablándole de distintas formas, ellas sembraron dudas en su corazón. Finalmente, exclamaron, “Rápido, arroja esas cenizas al fuego”. Cuando escuchan los consejos de las vecinas, surge altercado entre hija y suegra, sobreviene enemistad entre hermanas, se separan y abandonan a sus padres. Se generan peleas en el hogar, lo que lleva a la pérdida de los hombres. Del mismo modo en que cuando se arroja azúcar en la leche, ésta se disuelve inmediatamente, o como cuando se cubre el oro es cubierto con cemento, parece manchado, así también, al ser influenciado por los pensamientos de otros, el carácter malvado surge en aquél de buena familia.

Fue así que la mujer arrojó las cenizas que le diera Matsyendra al fuego, como si llamara veneno al néctar y lo arrojara sobre una pila de piedras, o como si tras haber encontrado un libro de Vedanta, lo tirara pensando que es un libro inmoral, o como si tirara perlas pensando que son bolitas de vidrio, o como si arrojara al fuego la semilla del árbol que satisface todos los deseos, o como si Laksmí, la Diosa de la riqueza, fuera echada por la fuerza. Así también, desafortunadamente, la mujer desaprovechó el don que le diera Matsyendra.

Matsyendra otra vez a la puerta del comerciante:

Doce años pasaron después de este hecho. Un día Matsyendra, el Yogui en Su andar, apareció en la casa de la mujer. Vagando a voluntad de casa en casa por la ciudad, Él había llegado a la casa del mercader. Allí, a la puerta, Él gritó Alakh. Tan pronto como la mujer de la casa oyó Su dulce voz salió en seguida llevando su ofrenda. Cuando lo miró, recordó lo que había pasado mucho tiempo atrás. Matsyendranath le dijo, ‘Permíteme encontrarme con el hijo que nació de ti después que te di las cenizas’. Tras oír Sus palabras, la esposa del comerciante sintió gran temor. Ella pensó, “Si le digo la verdad, Él me maldecirá y me reducirá a cenizas”. Así que permaneció en silencio y no dijo nada. Matsyendranath repitió, “dime ya si comiste las cenizas o si las tiraste”. A esto, la esposa del mercader respondió, “Oye la pura verdad. Escuchando los consejos de otros, una duda surgió en mi mente. Desconfiando de ti, arrojé las al fuego. Tal fue mi falta”. Matsyendranath le dijo, “¿dónde arrojaste las cenizas? Dímelo rápidamente, sin vacilar”. “Las arrojé en un lugar grande donde los agricultores remueven el estiércol y han cavado un pozo donde por doce años ha sido arrojada la boñiga”. Entonces  ella le mostró el lugar y dijo “es aquí donde arrojé las cenizas, oh Swami”.

El niño Gorakshanath sale del pozo

Matsyendranath fue al montón de estiércol y cuando gritó Alakh, algo maravilloso sucedió. O Guru Adesh, tal sonido vino del suelo. Cuando todos oyeron esto, sus mentes de llenaron de asombro. Entonces Matsyendranath le dijo a la mujer quitaran la tierra. Repentinamente, ellos vieron la forma de un niño de doce años de apariencia gloriosa. Como la luna llena, así era esta hermosa y resplandeciente forma, un niño con treinta y dos puntos de excelencia que era el avatar de Vishnu. Su rostro era hermoso, tenía ojos rasgados y sus orejas estaban adornadas con aros. Entonces, sin ningún sostén, se sentó repitiendo constantemente el nombre de Dios. La tierra no había ensuciado su cuerpo. La gente estaba sorprendida viendo esto. Entonces Matsyendranath se acercó rápidamente a él y lo llamó a la conciencia vigílica. Cuando Matsyendra puso sus manos seguras sobre la cabeza del niño, éste se postró ante Él. Matsyendra tomó a su joven muchacho de la mano y partió rápidamente.

Debido a que el niño había vivido en la boñiga y las cenizas que se habían mezclado durante los doce años, el nombre que le dio fue Gorakshanath. El mercader le dijo a su esposa, “Teníamos un gran tesoro en nuestras manos; pero la acción de la suerte no estuvo de nuestro lado”. Al  oír sus palabras de pesar, Matsyendranath lo bendijo y le dijo, “Sabe esto, tendrás otro hijo”. Diciendo así, tomó a Gorakshanath de la mano y comenzó un peregrinaje a lugares sagrados.

El peregrinaje de Gorakshanath

Cuando habían caminado juntos un trecho, Gorakshanath le dijo a Matsyendra, “pon Tu mano sobre mi cabeza e instrúyeme con el mantra que será mi salvador”. Su Guru le respondió, “todavía no Me has servido, no tengo autoridad para enseñarte y hacerte Mi discípulo. Uno no debería llevar monedas en su ropa sin examinarlas. Del mismo modo, los hombres sabios e inteligentes no deberían instruir aún a un buen discípulo de buenas a primeras. Uno no debería sembrar en una tierra que no haya sido arada; por lo tanto, antes de haberte examinado no puedo aceptarte como Mi discípulo”. Oyéndole decir esto, Gorakshanath se postró haciendo namaskar y juntando sus manos dijo, ‘tu orden es mi deber”.

Caminando llegaron a las afueras de una ciudad. Matsyendranath envió a Gorakshanath a la ciudad a mendigar comida. Delante de cada casa él gritó, ‘Alakh’. Mientras mendigaba comida de casa en casa, hubo una en la cual Brahmanas estaban de reunión. La señora de la casa salió y puso en su ropa pastel y unas galletitas fritas. Ella pensó, “este sabio de orejas separadas parece ser un muy buen hombre, no se sentó como un perrito esperando más comida. Aquél que está satisfecho con un poco de comida es verdaderamente un avatar de Dios”. Tal era la observación que la gente hacía. Luego saliendo de la ciudad, Gorakshanath se postró ante Matsyendra, seleccionó la mejor comida y la depositó a los pies de su Sadguru. Matsyendra estaba complacido y le dijo, “estas galletitas fritas son deliciosas, estoy muy satisfecho con ellas; así que mañana ve otra vez a la ciudad y tráeme más de las mismas”. Gorakshanath le respondió que así lo haría e hizo un namaskar. Al siguiente día muy temprano en la mañana Gorakshanath tomó su bolsa y fue otra vez a la ciudad. Pensó, “Si voy a otras casas, mi promesa no se cumplirá. Así que mejor voy adonde estaban comiendo los Brahmanas”.

Tenacidad de Gorakshanath

Gorakshanath fue y se sentó a la puerta de la casa de los Brahmanas. Allí exclamó, “Oh madre, pon en mi bolsa más galletitas fritas”. La señora de la casa salió y le dijo, “No tengo más galletitas fritas. Ayer los Brahmanas comieron en mi casa, por eso pude darte comida. Si me pides ahora más de la misma comida, dime de dónde la obtengo. Puedo darte una moneda o granos, pero no tengo galletitas fritas en casa”. Gorakshanath le dijo a la mujer, “No tengo otro deseo. Si me dieras grandes pilas de dinero, no serían para mí sino arcilla. Aún si riddhis o siddhis, la fortuna de un rey o la dignidad de Indra, vinieran a mis manos, o aunque fueran las cuatro formas de liberación, no valoraría nada de eso. Te lo pido para satisfacer el deseo de mi Sadguru. Es por ello que te pido galletitas fritas. Si me voy de aquí sin obtenerlas, me maldecirá”. Ella respondió, “Me estás presionando, cuando estoy haciendo una acción caritativa es interferida por mi mala fortuna. Tú no eres un huésped. Eres un verdadero impostor. Estás pidiendo la comida más exquisita. Algunas veces uno arroja pan a un perro y entonces viene una y otra vez a la puerta para obtener la comida. Así pasó contigo, ahora te entiendo”. Goraksha respondió, “Somos aún inferiores a los perros, pero a menos que obtenga esas galletitas fritas, nunca dejaré este lugar”.

Goraksha da un ojo por las galletitas fritas:

Ella dijo, “Sigues encaprichado. Has estado sentado aquí con obstinación; si quieres que te complazca, sácate uno de tus ojos y dámelo”. Oyéndola, Goraksha  dijo, “Te daré uno de mis ojos”. Ella respondió, “Decirlo sin la correspondiente acción, es inútil. Los mendicantes como tú dan a otros conocimiento y ellos mismos actúan irrazonablemente en su ignorancia”. Oyéndola decir esto, Goraksha puso su dedo en el ojo rápidamente, lo sacó de su cavidad ocular y lo puso en la mano de la mujer. Viendo esto, la mujer se llenó de temor. Ella pensó, “Si la policía oyera de este hecho, nos sacaría a todos de aquí”. Entonces, atemorizada cerró la puerta. Le hizo namaskar a Goraksha y le dijo, “hablé descuidadamente. No sabía de tu firme determinación”. Ella quitaba con su manto la sangre que fluía del ojo. Pero Goraksha le dijo, “No tengas ningún temor en tu mente”.

Si Goraksha se hubiera enfurecido, el universo entero se habría quemado con su maldición. Pero él es un árbol de paz y perdón. Él nunca se enoja. Dondequiera que sus pasos van todos los siddhis vienen y lo preceden. Pero a él no le importa eso y continúa mendigando de casa en casa. Un sannyasi puede realizar muchas austeridades y, aún así, estar sujeto a la codicia y la ira por lo cual pierde los méritos de sus buenas acciones. Hay que recordar esta verdad. Si él tuviera un gran deseo por los riddhis y siddhis, perdería los logros espirituales supremos y se enredaría en grandes dificultades. Por ello, el hijo de Matsyendra rápidamente venció su codicia y su orgullo, alejando de sí a los riddhis y siddhis, y vivió una vida indiferente a las cosas mundanas. La señora entonces entró en su casa. Juntó los ingredientes para hacer las galletitas fritas. Preparó un dal con sus propias manos y le agregó sal y semillas de comino. Cocinó las galletas en manteca derretida y las puso a los pies de Goraksha haciendo un namaskar, postrándose ante él. Ella puso las galletas en el bolso del joven y le dijo, “que nadie sepa sobre esto, no lo deseo”. Él respondió, “Que tu mente no tenga ningún temor”. Cubrió su ojo con su mano de loto y volvió hacia donde estaba Matsyendra. Juntó sus manos ante Él con reverencia, y dijo, “Mendigué comida y la he traído. Que el Swami muestre su favor hacia mí y la coma para saborearla”.

Goraksha recupera sus ojos:

Matsyendra le dijo, “¿Cómo perdiste tu ojo?”. Goraksha permaneció con las manos juntas y le dijo todo lo que había sucedido. “Mientras mendigaba las galletitas fritas, ella me pidió un ojo. Entonces con mi mano me saqué el ojo y se lo di, oh Swami”. Matsyendra le contestó, “Bendito es tu acto de coraje. Ahora quítate el otro ojo y dámelo a mí”. Goraksha replicó, “Así lo haré”. Y en seguida él se sacó el otro ojo. Matsyendra estaba sorprendido viéndolo hacer esto y le dijo, “Tú eres en verdad el bhakta de tu Sadguru”. Entonces le cubrió los ojos con Sus manos e inmediatamente el muchacho recuperó sus ojos brillantes. Luego Matsyendra le dio enseñanzas a Goraksha sobre el conocimiento espiritual. Después de comer con amor algunas galletas, le dio el remanente a Goraksha, como un favor, y le dijo, “Nunca había visto un discípulo semejante a ti”. OM